›El
ineficiente desempeño del ser humano en el medio acuático se debe a las
características propias del agua: un fluido denso y viscoso, en el que resulta
difícil aplicar fuerzas propulsivas y donde las fuerzas de resistencia al
avance son muy patentes. Para tener una buena comprensión de la locomoción
humana en el medio acuático, es necesario conocer qué fuerzas se ponen en juego
cuando éste se sumerge en su interior. La figura 1 muestra las cuatro fuerzas
que rigen el nado del ser humano: la fuerza peso y el empuje hidrostático
determinan la flotabilidad del nadador, mientras que las fuerzas propulsivas y
de resistencia determinan su velocidad de nado.
RESISTENCIA DE FORMA O DE PRESION
Es la más importante de las tres y es debida a que durante el nado
se genera una zona de alta presión delante del cuerpo y otra de baja presión
detrás de él. Dicho gradiente de presiones frena el avance del cuerpo. Esto es
debido principalmente a que el agua deja de fluir laminarmente, apareciendo
flujos turbulentos.
RESISTENCIA POR FRICCIÓN
›Su valor es dependiente de
la cantidad de superficie en contacto con el agua, de la viscosidad del agua
(que puede modificarse ligeramente con la temperatura), del coeficiente de
fricción de la piel, pelo y bañador, y de la velocidad de nado. Los actuales
bañadores de piel de tiburón permiten disminuir la resistencia por fricción en
cerca de un 8%. Esta reducción es debida al “efecto Riblet”, esto es; la piel
del tiburón dispone de unos microscópicos dentículos (figura) que originan
vórtices verticales o espirales de agua, que permiten mantener ésta cerca de la
superficie, evitando así la aparición de zonas de baja presión y flujos
turbulentos.
RESISTENCIA DEBIDO AL OLEAJE

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